Es mi espacialidad efímera colocada en imágenes hechas con palabras suprimidas.

sábado, julio 01, 2006

De cómo hacer para que no cuaje el dolor

Algunas veces esto de continuar se va de mi control, y simplemente no lo deseo, vago por la inercia de esperar fin de mes, sobretodo el pago que es cómo la meseta donde todo puede volverse ligeramente diferente, seguir maquinalmente la cancelación de las cuentas, además de cumplir con las responsabilidades adquiridas para hacer del proceso algo con causa-efecto, pero en esta ocasión todos los pasos para hacer lo de siempre se ha vuelto más difícil de lo común, es que considero complicado ir al centro, salir a buscar el diario, ir por las verduras, pasar al cajero automático, hasta trabajar pierde peso en esta abulia.

Lo único que conserva su gracia y extrañamente es una de las cosas que menos esfuerzo requiere de mi parte es ir al supermercado, es cómodo aquello, casi nunca pierdo el ánimo para hacer mis compras en esos pasillos de cuatro metros de ancho y con suelo de carnicería, disfrutando sin ninguna sensación muy especial cuando veo como mi góndola de vacía pasa a llenarse al momento de llegar a donde el cajero. Creo que esta sensación provocada por la actividad de comprar me mantiene a salvo a pesar del malestar general, es como un bálsamo que puedo ocupar para no desesperar en la inquietud de ir profundizando cada vez más el agujero que día a día va marcándose con mayor familiaridad en la colcha que me acoge exhausta con frecuencia, porque siempre he sabido exactamente lo que necesito, es algo extraño, porque recuerdo sin querer algunos productos predilectos de los escaparates de los supermercados, cuando rememoro rió nerviosamente al verme como una compradora fetichista. Recuerdo un Santa Isabel de Pedro de Valdivia, donde iba por un pan de campo con linaza, sésamo, nueces, etc, demasiado exquisito, como para no caminar las tres estaciones de metro que me separaban de ese verdadero placer a la hora del té.

Y hay otras añoranzas como un super que entremedio de Eleodoro Yañez con Bilbao, me dispensaba de unos manjares en forma de bolas coronados de nueces, de la marca “De mi campo”, y además de esa presentación siempre sacaba una barrita, muy fácil de llevar en el bolsillo, lo importante es que estaban en la caja, o sea era llegar y sacar, recuerdo muchas veces haber gastado el dinero para los alimentos básicos en la compra de esos manjares de leche, sintiendo en la semana el hambre provocada por la saciedad del malestar con esto de consumir lo preferido. De acuerdo a los lugares en donde he vivido he seleccionado algunos paseos que han ido funcionando como sedantes de la anhedonia, así puedo mencionar al super Los Alpes del paseo Bulnes, donde acostumbraban a colocar de esas promociones tipo tres productos por menos precio, de los cuales recuerdo los jugos de naranja que me llevaba de allí con frecuencia de vuelta del Normandie, o si iba a salir muy tarde de ida los pasaba a buscar aprovechando de saciar la sed acumulada por tanto malestar, dejándome arrastrar por el dolor al lóbulo frontal que tiende a dominarme mientras se realiza una proyección. Luego tomé la costumbre de comprar cerezas a granel en un Unimarc de Portugal, allí también tiempo más tarde hice rutina llevar galletones de avena. En Estación central nunca me hice muy adicta a algún producto, no les alcancé a hacer favoritos, creo que un poco el vino Ventisquero en el Economax y la Kem extreme de litro y medio, además de los nachos Pancho Villa en el Líder de General Velásquez.

Ahora no puedo ir al super sin traer latas de atún Van Camp`s dorado, además de granola Quaker y salsa Talliani, estos son mis nuevos predilectos, calmándome cuando pierdo el agrado reemplazado con la sensación de malestar al hallar sólo pesadumbre en la continuidad de llevar el cuerpo de un lado y a otro para cumplir con todo lo de fin de mes. Es que tan sólo el tomar los productos de sus estanterías me hace ensanchar el pecho y respirar, pensando en cuando me coma esas cosas que compro, en que luego se perderán al saborear mi paladar el vino, mientras con la otra mano unte el atún con salsa de tomate y logre saciarme por la mañana con granola dulce quitándome el sabor amargo del deber de levantarse y trabajar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

UNA DE MIS COMPRAS HABTUALES EN LOS SUPER SON EL JUGO DE NARANAJA, Y GALLETAS DE LIMON ÑAMIS...

Cristian dijo...

Hola, gracias por visitar mi blog, coincido contigo en muchos aspectos con lo sucio, de hecho existe una corriente literaria que se llama realismo sucio, y de la cual Bertoni es un heredero, grandes ecritores vienen de esa corriente: bUKOWSKI, Richard Ford, Raymon Carver, casi todos norteamericanos,en francia Michel Houellebecq con su libro las partículas elementales.Yo por mi parte me quedo con el libro de editorial Anagrama "Peleando a la Contra" De Charles Bukowski.

Un abrazo
Cristian Muñoz

Pd: Interesante reflexión de la vida cotidiana,sólo que un supermercado no arregla el problema de fondo, es decir el sentido de la vidad, pero te entiendo porque en cierta manera, aunque no lleno carros, hago lo mismo.

Gabriela dijo...

MMMM No había llegado a pensar que este era un tema importante para todos nosotros, porque siempre he dedicado algunos minutos a elegir tantas cosas que voy a comer, como por ejemplo algo que ultimamente no ha faltado en mi dieta es el yogurt y como hay tanta variedad, he probado de todos con esa avena instantanea que trae frutos secos mmmm rico rico.