Desfiladero,
hojas y el viento hacia los costados
de las copas.
Ciudad repetida
desde lo lejos del camino
un único nombre
colocado hacia arriba,
no suelen acostumbrar
a colocar árboles entre las llaretas.
Odiosidad empecinada,
resquemor de orilleros,
si fuera en caleta cascabeles,
si dijeran:
¡Bajense aquí cabros!
nos bajaríamos
sin nombres,
sin acentos maltrechos.
Por lo menos
yo lograría
bañarme sin cizaña.
¿y cómo, no entiendo por donde bajo?
¿a qué resueno?.
Es que,
cuando caminamos con palos irregulares
colocados en la espalda,
¡a corregir la lordosis se ha dicho!
amarrados con los nudos de púas
desatados para lograr la rectitud.
Supe, tú siempre lo dijiste:
-aseguremos la quietud de día-
¡Padre!
¡Padre!
dime si está bien lo de los troncos
tú eras el mejor en lo de corregir
malformaciones.
Dame un trocito no más de la idea
que a ti se te ocurriría,
con quien te encuentres
¡mándame!.
Y quiero de esas semillas
también,
de las más abiertas,
para lograr arrastrarnos
por las cuestas.
Resuénanos
¡Vamos a huir!
Ahí, sólo me hago
ver como un coleóptero
ingenuo,
al cual persiguen los que deseen
bajarse
antes de la matanza,
agrupándonos de esta forma para corregir
la sensación de ir siempre con la espalda
arqueada e irregular,
a pesar de las cascaditas.
Porque sabemos:
ellas sí,
ellas sí,
nos esperarán.
2 comentarios:
Sabes, me gustó como domas las contradiciones en tu escrito. Tienes imagenes muy buenas.
Tengo tanto que decir y casi siempre digo tan poco. Es el maldito pánico escénico. Sólo me voy a quedar con los alambres de púa, que son tan bonitos (valga la paradoja).
Un beso.
Publicar un comentario